martes, 10 de febrero de 2009

Lonchafinismo contraproducente

Devoto de la Virgen del Puño Cerrado, me apeo en la estación anterior a la que debo, para ahorrarme un cambio de tarifa. Me encuentro en una parada llamada Ronda de la Comunicación, lo que magufamente percibo como una buena señal (aunque se refiere más a las telecos que al periodismo; aquí hay una megasede de Telefónica y un poco más allá queda Vodafone). Más señales: el primer mensaje de correo que he recibido esta mañana venía de Microsoft. Decía: "Internet seguro". Un libro abandonado en una escalera mecánica del metro: 'Vivencias de Tierra Santa'. ¡Dios lo quiere! La empresa que me ha citado para la entrevista ofrece alojamiento de páginas web, lo que en la jerga se conoce como hosting. También se dedican al outsourcing y al housing. Mis conocimientos no van mucho más allá del house cleaning, pero toda es música que me suena.

Los distritos y municipios de Madrid son como bantustanes. En coche se va de lujo a todas partes (según las horas). A pie todo son pegas. Alcobendas parece Cisjordania, llena de barreras. Finalmente, regreso al metro y pago el billete combinado para un trayecto de una sola parada. De vuelta a casa me lo montaré casi peor: me voy hasta el centro para coger el Cercanías, que no pago. Está tan mal señalizado que tardo tres cuartos de hora en encontrarlo. En los mapas de las paradas de autobuses, dibujan la vía como si circulara al aire libre, cosa que me despista muchísimo. La semana pasada me perdí y casi me salgo de Cuenca, pero siguiendo el curso del Huécar encontré el camino, igual que hacen los Lidenbrock en 'Viaje al centro de la Tierra', siguiendo el arroyo Hans hasta el océano subterráneo.

La estación de metro a la que en primer lugar me dirigía se llama nada menos que La Granja, en el polígono industrial de Calabozos. Reviso las señales: tres a favor, dos en contra. Pero la entrevista va de cine. No me extraña que se escriban libros sobre estas cosas. Es una de las situaciones sociales más embarazosas que cabe imaginar. El esquema es tan sencillo que provoca la ansiedad: primero te explican qué hace la empresa, y entonces te preguntan cómo puedes mejorarlo, tú que ni siquiera eres el último mono, ¡es que todavía no estás en plantilla! Salir airoso del trance produce una sensación de suficiencia muy agradable. Pero hay que andar con cuidado. Siempre al final, le hacen a uno la pregunta que desarma, en plan 'Blade Runner' a ver si eres un replicante. Es la pregunta-kriptonita. El ejemplo clásico es "enumera tus defectos", pero como aprendimos pronto la lección ("soy demasiado trabajador", je je), ahora improvisan como consumados jazzistas. Esta vez, la pregunta era: ¿crees que hay algo que no te hayamos preguntado?

2 comentarios:

la profe dijo...

Vaya es la primera vez que la oigo, que audacia o...gran putada...¿ qué contestaste? algo así como Why Video killed the radio stars???

Munchausen dijo...

Repregunté si no les interesaba hacerme una prueba, encargarme un texto. Vaya, que me salí por la tangente. Pero la pregunta no era tan tan kriptonita como la que me hicieron en noviembre pasado, en mi anterior entrevista: me preguntaron si no me molestaba que nunca me hubieran promovido a la redacción principal después de siete años de subcontrata... Joer ahí sí que me pillaron. ¡Eso escuece!